
Tal como lo definiera Celine: "si hay un Dios, tiene que estar en el espacio que queda entre dos personas".
Entre las miradas, suspiros y pestañeos de dos amantes hay una vida comprimida en segundos. O aun mas tiempo".
Tiempo.
Palabra abismal. Arrasa con todo. Aun con lo que nunca imaginamos que se atreveria a perturbar.
Nos toma un segundo mirarnos y entender en la mirada del otro la misma reciprocidad del valiente desamor. Nos toma cinco segundos decir dos palabras que quiebran cualquier frontera. E incluso con el silencio podemos ganar el odio ajeno.
Cómo no sorprendernos que entre dos personas que compartieron la intimidad mas pudorosa hoy no haya mas que vacio y silencio No quedó nada. El tiempo arrasó con todo.
Supongo que de allí proviene mi escepticismo frente a todo aquello que no se desvanece entre mis manos. Me resulta imposible creer en algo que finalmente tendré y conservaré.
¿Qué tipo de lógica podría asegurarme que las promesas son hechos y las esperanzas posibles?
Mi razón escanea cualquier propuesta improbable y todas van a parar hacia la misma fuente de promesas vacias. Debo admitir que este lugar se está desbordando y tendré que buscar otro donde dejar las estrellitas sin luz.
Pero dentro mío no quiero hacerlo.
Quiero pelearle al tiempo y a su fuerza descomunal. Quiero creer en lo que no creo. Quiero acercarme al abismo, sentir ese vértigo y coquetear con la fatalidad. Quiero dejar de pensar y poder sentir. Sin cortadas, sin miedos, sin alientos helados.
Quiero confiar. Y dejarme ser.
Escrito en abril del 2008
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