domingo, 16 de agosto de 2009

10 películas, 10 grandes días


Esta es una lista de las 10 películas que rondaron por mi cabeza desde que las ví por primera vez. Todas estrenadas el año pasado.
Las nombro para tenerlas bien presentes, y así reencarnen en una especie de brújula:

My blueberry nights
Paranoid Park
Juno
Across the universe
The Savages
Into the wild
Lars and the real girl
Atonement
Promesas del este
La mujer sin cabeza

miércoles, 12 de agosto de 2009

Contaminación


No entiendo qué hacías esperándome en la puerta de mi departamento cuando volví.
Éste era mi turno de decirte adiós, y dejarte lejos, en la otra mitad de la ciudad que ya nunca más visitaría. Cuatro meses para pretender que no existías. Tal vez con el tiempo te convertirías en una parte inverosímil de mi vida.
Era mi tiempo para no escuchar hablar de vos, para no verte. Pero me estabas esperando. Dormido, contra el picaporte.
Abrí la puerta, y te quedaste durmiendo en un rincón. No dijiste nada, no me viste y yo pretendí no hacerlo. Al otro día te habías ido. Aliviada, caminé hacia el colectivo. Subí, y luego bajé, tranquila, respirando pausada y calculadamente. Estaba en la otra mitad de la ciudad, contaminada otra vez.
Te sentí. En el primer paso que dí. Estabas en todas partes. Un escalofrío de temor insoportable me despertó de una sola vez. Me mareó el aroma de los árboles de las veredas que una vez transitamos. Era demasiado tarde, no podía huir.
Me senté en un escalón atacado por el sol. Mucho mejor. Podía ver claramente los contornos de las baldosas, escuchar los murmullos lejanos, las risas ajenas. De pronto te sentí más cerca, más presente. Ahí estabas. Ya no en silencio, sino riendo, despejando tu frente de esos cabellos rebeldes. Eras vos, y no la versión fantasmagórica que me había recibido la noche anterior.
Ya no tenía sentido irme, volver, quedarme. El virus había entrado de nuevo y no le daría lucha. Reconocí la derrota. Inspiré y expiré. Y me acerqué. Era demasiado dulce, fresco, vital, el veneno. Un segundo bastó para estar excesivamente cerca. El dolor se extendería en unas horas por mis venas, mi sangre, llegaría hasta los huesos. No me importó. Ese momento, mínimo, en el que inspiré el mismo aire que entraba a tus pulmones era lo más glorioso que había vivido desde el ascético régimen que me había impuesto al empezar la cuarentena.
Durante dos horas reí, no pensé, sólo sentí. Pero cuando volvía a mi casa, pude percibirte de nuevo. Miré a mi alrededor, y sólo había extraños. Ya no estabas junto a mí.
Entré a mi departamento. Me desplomé hecha un nudo mientras sentía que algo se acomodaba en el hueco que formaban mis piernas y brazos. Un fantasma que me miraba a los ojos, subía y bajaba sus dedos sobre mis manos. Me recordaba todo el tiempo lo que no podía tener.
Parecía la rutina de una rehabilitación. Los demonios de la abstinencia me perseguían y me obligaban a hundirme en la más espesa de las pesadillas. Mis alucinaciones me seguían a todas partes, incluso en la calle. Caí en la tentación y había consecuencias de las que no podía escapar.
Ya pasó una semana. Me acostumbré al dolor, aunque todavía seguís por acá. Preferís venir por las noches. Encontrás en silencio tu lugar al lado mío mientras duermo. Algunas veces puedo sentir tus brazos alrededor de mi espalda. Y no puedo reprimir la necesidad de rodearte con los míos. Es la ilusión más cruel y la más dulce. Algunas noches siento que pierdo la razón.
Porque aunque tu presencia es todo menos real, no entiendo mi vida sin vos. De alguna manera, todo lo que hago tiene que ver con ello. Sos el nexo, la pieza faltante de un rompecabezas que existe hace 21 años.
Sinceramente no entiendo cómo no puedo empezar de nuevo. Los hechos son claros, ensordecen con su evidencia. Tengo que avanzar y no mirar hacia atrás. Pero no puedo. Lo intenté, eso por seguro. Todas las estrategias, los engaños, las huidas. Nada sirvió. Siempre vuelvo al mismo lugar. Esta vez decidí convivir con tu fantasma, ser valiente y aguardar por una resolución que te destierre. Pero la salvación no llega, y está dejando de ser ilógica la decisión de esperarte.
Sé que no tengo esperanzas, lo cual me confunde aún más ¿De dónde proviene esta idea si ya no hay nada que esperar? Todo lo que debía hacerse fue hecho. Todos los recursos fueron utilizados. No me quedan armas sin usar. Pero por alguna extraña y desoladora razón, no puedo rendirme.
En todo este caos, hay un elemento que ocupa un lugar del cual no lo puedo remover. Y desde allí, el desorden parece adquirir sentido. Si pudiera, llegaría hasta ese lugar en ruinas y lo arrancaría de su sitio. Pero aunque lo he intentado todo, no me lo permite. Ojalá tenga sentido esta incertidumbre o se acabe pronto. Porque mi aliento se evapora y mis piernas se desgastan.