lunes, 28 de julio de 2008

El más dulce de los errores

Mañana me voy de Tartagal.
He visto a los que tenía que ver. A todos.
Bueno. Eso creía.
Hay una persona en esta ciudad cuya presencia considero fantasmal. Aunque evite verlo, siempre está la posibilidad latente, maldita, de poder llegar a cruzármelo en cualquier lugar.
Hoy tuve una misión. Sabía que estaba barajada la posibilidad de tener que ir a la guillotina.
Y así fue.
Tuve que ir adonde estaba él.
Confiaba en poder evitar verlo, entregar lo que me habían encomendado, a otra persona.
Pensé en mil otras alternativas, pero quienes me conocen saben que a último momento asoma en mí una valentía inusitada. "Vos sos fuerte, Gisela", "Vos podés, loca" y otras cosas por el estilo me digo a mi misma.
Y así fue que, en vez de doblar hacia mi casa, seguí derecho, sin tener demasiada consciencia sobre lo que hacía. Como si mi coraje me empujara hacia adelante.
Y así caminé las dos cuadras que me separaban del único hombre que me hace temblar hasta el último huesito, por más que me dedique a negarlo. Y lo niego con razón. Porque es una de esas personas que portan una especie de belleza perversa, que te envuelve innegablemente, te adormece con sus murmullos aterciopelados... y ya no hay vuelta atrás. No importaba que me haya hecho sentir inservible, inadecuada, algo humillada.
No importaron tanto los malos ratos con tal de escuchar pacientemente su perorata orgullosa. No había salida.
O sí. El exilio es una buena altenativa. Nunca falla. Tucumán fue un excelente aliado.
Pero cuando vuelvo acá, la posibilidad de caer es claramente palpable.
Por eso mis miedos, por eso mis titubeos.
Y por eso, cuando al creer convencida que no lo vería, lo ví, dejé de ser yo, la joven de veinte años.
Y volví a ser, por tres interminables segundos, la niña de diecisiete años que lo adoró hasta llegar al dolor mismo.
En esos tres segundos, que se sintieron como tres minutos, lo ví y retrocedí.
No entré. Mis pies retrocedieron firmemente, por sí solos, sin dudarlo. Ellos actuaron, mi cabeza se negó a decidir algo al respecto. Fuí esclava de mi instinto.
Al haberme alejado una cuadra del lugar, no podía decidir si lo que había hecho estaba mal o no, si era una acción madura o inmadura.
Me pregunté a mi misma si seguía estupidamente enamorada de él.
Y entendí que no.
La atracción siempre estará. Y será innegable. Y me seguirá temblando hasta el más mínimo huesito.
Pero ese chico siempre será aquel que me hizo llorar como nadie. Siempre será una gran equivocación.
Una bebida dulce, que sólo contiene veneno.
Para nada es quien necesito. Y jamás podría amarlo.
Pero si hay alguien que personifique a la perfección lo que es la tentación, es él.
Chicas, les aconsejo abstenerse.

martes, 22 de julio de 2008

Are you here?

"Irvine"
Are you there? Are you watching me?
As I lie here on this floor
They say you feel what I do
They say you're here every moment
Will you stay?
Stay 'till the darkness leaves
Stay here with me
I know you're busy, I know I'm just one
But you might be the only one who sees me
The only one to save me
Why is it so hard?
Why can't you just take me?
I don't have much to go
Before I fade completely
Can you feel how cold I am?
Do you cry as I do?
Are you lonely up there all by yourself?
Like I have felt all my life
The only one to save mine
How are you so strong?
What's it like to feel so free?
Your heart is really something
Your love, a complete mystery to me
Are you there watching me?
As I lie here on this floor
Do you cry, do you cry with me?
Cry with me tonight
Are you there? Are you watching me?

Sólo por un momento... déjenme sentirlo.

Escrito un 15 de julio...

Hoy, 15 de julio, vuelvo al pasado.
Recien me doy cuenta que no es cualquier fecha. Es fatídica, cruel y devastadora. Pero hoy, dos años después, sólo me trae una brisa cálida que me remonta a una felicidad compartida, colectiva.
Cuando todo parecía simple, y el futuro, muy lejano.
Cuando me desbordaba el amor y me fortalecía la amistad.
Cuando Tartagal era mi presente, mi lugar.
El aroma que siento hoy, me rodeaba cuatro años atrás. Es inconfundible, es embriagador. Vuelvo a tener dieciséis años, vuelvo a enamorarme tontamente, vuelvo a la plaza, a las confidencias ingenuas, a los nervios juveniles.
Vuelvo a esperar frente a aquella casa por el fugitivo que regresa cada seis meses. Vuelvo a ver a mi mejor amiga, como si fuera el primer día en que confié en ella. Vuelvo a mi infancia, y siento que puedo regresar al pasado y detenerme en el inicio, quizás en mis seis años. Dos nenas que comparten una banco. Son iguales, ninguna ha sufrido tanto, ninguna tiene más ni menos. Somos sólo dos niñas, indiferentes al mundo complicado de los adultos.
Siento el vértido de volver el tiempo atrás. Como si nada hubiera cambiado.
Pero sí. Somos grandes, y no estamos todos juntos. Pero de alguna manera siento como si fueramos los mismos de siempre. El Negro está acá. Yo lo siento. Lo percibo en cada abrazo, en cada lágrima reprimida, en cada sonrisa. Él está.
Quizás por eso siento que todo sigue igual.
Sé que es una ilusión. Si no fuera por este verano invernal, no existiría el milagro.
Pero lo voy a disfrutar. Cada minuto, cada segundo. Por más que se trate de una estación de siete días, o uno. Me voy a aferrar, como creo que todos lo haremos, para sentir, juntos, que todos estamos presentes, incluyendo a un ángel, sonriente, que nos cuida y nos reune.
Ésto es por él.

viernes, 18 de julio de 2008

La inocencia perdida

¿Cómo distinguir la furia del dolor?
Basta con una llamada telefónica indiferente o con alguien que amas y que se niega a dirigirte la palabra, sin razones.
Hay gente que no sabe manejar los límites entre el amor y el odio.
Y hay gente que no entiende esta ignorancia. Yo no la entiendo.
Yo amo y cuido. Cuido hasta el final, aun cuando mis intentos no tienen sentido alguno.
Hoy tuve un mal día. Vengo arrastrando un problemita que no puedo solucionar.
Terminé mi corto y ni siquiera eso me sirvió para sentirme mejor.
Necesitaba ayuda. Una palabra de aliento o de confianza.
Llamé a dos personas.
Mi amigo no estaba en su casa, pero se que está siempre conmigo.
Y después acudí a una de las personas más importantes de mi vida. Me hundió, sin piedad. Ni siquiera pude contarle lo que me pasa.
Este no es mi diario íntimo, pero necesitaba decir algo sobre todo esto.
Y por alguna razón, sospecho que este dolor no es solamente mío.
Muchas veces las personas que más amamos son las que más daño nos hacen. Y me duele mucho saber que no sólo a mí me pasa.
Para mis amigos... sepan que siempre voy a estar para ustedes.
Yo los cuido. De los gigantes que nos aplastan, tal vez sin darse sin cuenta.
El amor es un arma de doble filo.
Tengo miedo de dejar de creer en él.
Ha convertido mis pasos en un solo despojo de nervios, y mis silencios en un lamento eterno.
Pero se que todavía queda algo de aliento.
Avecina, a lo lejos. En los que me quieren bien.
En cada abrazo sentido y en cada beso sincero. Y en cada sonrisa que me roban.