martes, 22 de julio de 2008

Sólo por un momento... déjenme sentirlo.

Escrito un 15 de julio...

Hoy, 15 de julio, vuelvo al pasado.
Recien me doy cuenta que no es cualquier fecha. Es fatídica, cruel y devastadora. Pero hoy, dos años después, sólo me trae una brisa cálida que me remonta a una felicidad compartida, colectiva.
Cuando todo parecía simple, y el futuro, muy lejano.
Cuando me desbordaba el amor y me fortalecía la amistad.
Cuando Tartagal era mi presente, mi lugar.
El aroma que siento hoy, me rodeaba cuatro años atrás. Es inconfundible, es embriagador. Vuelvo a tener dieciséis años, vuelvo a enamorarme tontamente, vuelvo a la plaza, a las confidencias ingenuas, a los nervios juveniles.
Vuelvo a esperar frente a aquella casa por el fugitivo que regresa cada seis meses. Vuelvo a ver a mi mejor amiga, como si fuera el primer día en que confié en ella. Vuelvo a mi infancia, y siento que puedo regresar al pasado y detenerme en el inicio, quizás en mis seis años. Dos nenas que comparten una banco. Son iguales, ninguna ha sufrido tanto, ninguna tiene más ni menos. Somos sólo dos niñas, indiferentes al mundo complicado de los adultos.
Siento el vértido de volver el tiempo atrás. Como si nada hubiera cambiado.
Pero sí. Somos grandes, y no estamos todos juntos. Pero de alguna manera siento como si fueramos los mismos de siempre. El Negro está acá. Yo lo siento. Lo percibo en cada abrazo, en cada lágrima reprimida, en cada sonrisa. Él está.
Quizás por eso siento que todo sigue igual.
Sé que es una ilusión. Si no fuera por este verano invernal, no existiría el milagro.
Pero lo voy a disfrutar. Cada minuto, cada segundo. Por más que se trate de una estación de siete días, o uno. Me voy a aferrar, como creo que todos lo haremos, para sentir, juntos, que todos estamos presentes, incluyendo a un ángel, sonriente, que nos cuida y nos reune.
Ésto es por él.

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