lunes, 14 de enero de 2008

Ay amor de mi vida

Nunca dejo de sorprenderme de las cosas que provoca en la gente el amor...
Maldito cupido que se empeña en manejarnos como titeres, permitiendo que hagamos el ridiculo ante ojos ajenos....
Es un hechizo, transmitido con pequeñas miradas, largas miradas...
Y terminamos en un remolino, sin poder siquiera detenerlo a tiempo.
Y en realidad, para que detenerlo?
Sí, es verdad, se lleva el techo de mi casa, los arboles que la custodian y el corazon de uno, de paso.
Pero eso que importa!
Nos quedan los recuerdos, lo que sintio nuestro cuerpo, sabremos que no tuvimos vergüenza de ser unos pobres tontos, sin remedio alguno.
Al menos por una vez, nos dimos el lujo de sentir cada paso y cada huella dejada con súbita pasión, sin que nos importen los relojes tiranos ni las hojas caidas del calendario.
Quienes tienen el privilegio de sentir "eso", sepanse importantes señores, sepanse dueños de haber podido vivir un sueño, mí sueño...
Algunas veces la hermosura de caer al vacío, de sentir a flor de piel el vértigo, resulta ser una verdad insondable. Y hay que aceptarla, como viene, sin seguridades ni prejuicios.
Tan sólo sentir. Pecado mortal el negarlo.
Tómenme la palabra.

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