lunes, 21 de enero de 2008

Recordar, nunca olvidar

Años, vidas, susurros, sueños. Todo aniquilado.
Chicos de mi edad o unos años mayores que yo, cuyas almas deambulan por nuestro suelo y lo harán siempre. Esperando que los reconozcamos, que construyamos desde los cimientos incompletos que nos dejaron, porque manos frías, manchadas con sangre y violencia, se encargaron de desaparecerlos de nuestra historia.
Eran sus historias y eran mis historias. Somos producto de todo aquello que a este país le ha tocado en suerte. Y es un deber de cada uno mirar atrás y recordar, siempre, todo lo que sucedió, lo bueno y lo malo, para no permitir que aquellos hechos infames se repitan de nuevo.
Tampoco debemos dejarnos engañar por el tiempo. Éste es camaleónico, nos manipula, nos encierra en su facultad efímera. Creemos que porque ya pasaron 32 años, aquellos hechos atroces están lejos.
Todavía la metodología de los ´70 sigue consumiendo ciudadanos nobles, trabajadores, honestos, como Jorge Julio López, quien a pesar de que su vida estaba en juego, fue y contó lo que vió y sufrió durante el proceso militar.
Y lo hicieron desaparecer. De un día al otro. No quedaron rastros de su inmensa humanidad.
Su testimonio de las miserias que Miguel Etchecolatz junto con otros asesinos plantaron en nuestro territorio, arrancando de raíz vidas inocentes, apoderándose de bebés que no eran suyos, devastando toda posible libertad de expresión, implantando el horror en la calles y en los hogares... esas palabras dichas por López con el simple objeto de ayudarnos a no olvidar, lo hicieron un desaparecido más.
Un desaparecido más. Pero en democracia. Ante nuestras narices. Sin que podamos hacer mucho más que recordarlo. Que es al fín y al cabo lo que él hizo por nosotros. Recordar, nunca olvidar. Y no permitir que la sociedad padezca de amnesia.
Hay muy pocas pistas en su caso. De más está decir que no se entiende el por qué de la falta de información ¿A esta altura nadie sabe nada?
Sí saben. Los que tienen el poder saben. Siguen protegiendo a la gente equivocada, protegiendo sus propios intereses y dañando a la sociedad con su distintiva impunidad.
Todavía desaparece gente.
¿Acaso volvimos al miedo de aquella época, en la que la gente veía el horror de frente?
32 años después. La misma historia.
Con mis veinte años a cumplir en poco tiempo, sin ganas de meterme en una política contaminada que permite que la desaparición de Jorge Julio López siga sin respuestas, voy a hacer lo que me piden los testimonios que hoy leo en el "Nunca Más".
Voy a escuchar aquellos murmullos de chicos que a mi edad eran sometidos a los impulsos sádicos de los que tenían el poder en el ´76: militares (autoridades navales y aeronáuticas incluidas), policías, jueces con sus legajos manchados de sangre, los civiles encargados de los infames "grupos de tareas" y las torturas.
Voy a recordar todo. Imprimiré los testimonios de los sobrevivientes en cada huella que deje, en cada paso del camino. Recordaré a los responsables y también a los cómplices, como verdaderos asesinos. La sangre clama justicia.
Y es el deber de todos no dejar que nadie olvide lo que sucedió. Y lo que sucede todavía.
Cada uno sabrá cómo recordarlos. En la vida de uno o ayudando a otros a recordar.

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